lunes, 22 de agosto de 2011

El Putitour (Crónica)


Ya lo teníamos planeado. ¡Esa era la noche! Nos encontrábamos todos a la expectativa en la casa de uno de nuestros compañeros –amigos, todos éramos amigos-. Esa casa era nuestro  sitio predilecto de encuentros sociales, allí generalmente pasábamos nuestras tardes completas después de salir del colegio y en algunas ocasiones pasábamos también la noche allí. Ese día, por supuesto, todos dormiríamos ahí.
Ocupamos nuestra tarde con actividades de niños: jugando videojuegos, cartas, viendo fútbol en la televisión... etc. Fue una tarde normal, como las muchas otras que ya habíamos pasado ahí, pero lenta, por lo menos yo la sentí así.
Ya se estaba oscureciendo y nuestro selecto grupo, el de siempre, los mismos 6, estábamos ahí tomándonos una cerveza mientras esperábamos a que llegara la comida… La comida nunca llegó. Eso no importó, el hombre de los contactos hizo un par de llamadas y averiguaciones. En fin sabíamos a cuál de todos los burdeles de la ciudad iríamos.
Éramos unos niños de diecisiete años, excepto uno de nosotros que ya tenía contraseña, por esta razón teníamos que averiguar un lugar donde pasáramos desapercibidos o donde la policía no hiciera su trabajo. Fue así como llegamos a nuestro lugar de encuentro con el “contacto” el cual, en ese tiempo, tenía como veintidós años.
Nuestro recorrido empezó por algunos bares de Cabecera solo para tomarnos unas cervezas antes de finiquitar nuestra noche con la sensación de que éramos unos “hombres” solo por haber ido donde las putas. A mí la idea no es que me emocionara de a mucho pero ya habíamos tomado la decisión grupal y no podía echarme para atrás.
Yo creo que todos los que no teníamos cédula, o como mínimo  contraseña, teníamos algo de susto que no disimulábamos muy bien. Pasaron algunas horas y la policía ya nos había sacado de dos establecimientos con la  advertencia de que: “Si los volvemos a ver metidos por ahí los echamos pal CAI”. Aún así ninguno de nosotros tuvo miedo de seguir. El “contacto” todo el tiempo era tratando de calmarnos, él era un idiota que no sabía ni en dónde estaba parado y quería que lo siguiéramos a donde se le pegara la gana.
Al fin, después de tantos inconvenientes, llegamos a un lugar llamado STOP en el cual el dueño era “muy amigo” de nuestro “contacto”. Él entró, habló con el “hombre” y nos hizo una seña de que siguiéramos adelante. Fue en ese momento en el que a todos nos dio por quedarnos quietos y con ganas de salir corriendo -Yo tenía mucha hambre y ya me había acobardado-.  Alguien que en ese tiempo era muy cercano a mi me dijo “entremos, marica, no vinimos hasta aquí para quedarnos mirando la entrada”. Yo no supe qué hacer, así que le hice caso y entré. No nos demoramos mucho estando allí, algunos no entraban pero eso ya no importaba yo estaba adentro y tenía una  mezclas de sensaciones que no sé cómo explicar. Al poco tiempo de haber pedido el trago y de que el “contacto” hubiese elegido a la que nos haría nuestro primer show de striptease entró la policía y ahí se acabo todo el juego.  
Para terminar está pésima noche en la cual no había ni comido, lo oficiales siguieron el debido proceso de pedirnos, por tercera vez, la identificación. Eso fue solo protocolo porque todos sabíamos que sólo uno de nosotros era apto para entrar a ese tipo de establecimientos, lo más cómico de la historia es que aquel que podía entrar a este tipo de sitios no estaba ahí entre nosotros, se había quedado afuera y no tuvo la delicadeza de avisarnos que íbamos a ser descubiertos por la policía.
Después de un buen tiempo, la policía decidió dejarnos ir pero con muchas advertencias. Lo primero que hice después de haber quedado libre fue irme a comer tres pedazos de pizza ya que tenía mucha hambre y si llegaba a ser encarcelado no creo que en la prisión vendieran una pizza tan rica como la que me comí esa noche. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario